19 noviembre 2006

Ruedas asesinas - Marzo 2005

Recientemente he recibido una mala noticia:

Un amigo mío ha sufrido un grave accidente con la bicicleta y su estado es preocupante.
Él es un chico sano, alegre, optimista y muy deportista. Tan capaz de enfrentarse con su escaso 1,60 de altura a torres de casi dos metros y salir victorioso, como de subir el primer día que va a los Pirineos 8 “tresmiles”. Amigo de deportes de aventura, como barranquismo o descenso de ríos, o de otros más tranquilos como un paseo en bici.
Un chaval trabajador, honrado y partícipe. Dispuesto con lo que sea a ayudarte y animarte...

Sin embargo ahora él está postrado en una cama de un hospital. Se ve incapacitado, está deprimido y no ve en su vida futuro alguno. Y todo por las ruedas asesinas de las que todos hacemos uso en mayor o menor medida. Todo porque el grande se siente grande y no piensa en el pequeño y pequeño y grande pensamos que nada nos sucederá.

¿Quién no conoce el caso de algún amigo o algún familiar que ha sufrido un accidente de tráfico?

El hombre creó la rueda. Con la rueda llegó la velocidad y con esta el peligro. Somos incapaces de conocer nuestras limitaciones y pretendemos controlar las reacciones de los demás.
Menospreciamos el riesgo y el peligro, tanto el nuestro como el que podemos generar.
No somos conscientes del tiempo y del espacio. Nos creemos dominadores de una situación que en décimas de segundo se nos puede volver en nuestra contra.
Y hasta que no aprendamos a usar los vehículos como aprendemos el manejo de cualquier otra herramienta y sepamos los peligros que conllevan, poniendo siempre la atención necesaria y sabiendo que cualquier despiste puede llevarnos a lo peor; y hasta que no lleguemos a disfrutar las cosas tal y como son y dejemos de buscar esa media vuelta de tuerca más, no cesará esta sangría que hace de los accidentes de tráfico una de las mayores causas de muerte, y la primera en personas jóvenes.

Yo solo espero que este texto sea un granito que ayude a llenar el granero y que cada uno de nosotros cada vez que cogemos el coche, la moto, la bici o simplemente unos patines recordemos lo que aquí se ha dicho y volvamos a casa satisfechos y felices.

Pero sobre todo espero que Oscar no olvide nunca la fuerza vital interior que siempre ha tenido y que no ha dejado de tener. No piense en el pasado, en lo que antes hacía o en lo que ese día pasó. Y piense en el futuro. En todo lo bueno que le espera y que le queda por disfrutar y por vivir. Ponga voluntad donde faltan fuerzas y nos regale a todos los que le apreciamos su energía y optimismo.

Va por ti, OSCAR.