19 noviembre 2006

La Institución - Central Enero 2005

Les voy a hablar de un tema que no me gusta tocar, no sea el caso...

Les hablaré de nuestra mayor e ilustrísima institución, rancia y acartonada, pasada en el tiempo y estancada en la historia. Según dicen cercana al pueblo, afable y amable, solidaria y comprometida. Y hasta últimamente se atreven a decir moderna y actual, “muy de nuestros tiempos”.
Queda claro cual es, ¿no?
¡Ah! ¿pero están pensando en la iglesia? No hombre, no, la otra. Sí, ya se que siempre han caminado de la mano, incluso cuando no “estaban”, como en época de Franco, pero la verdad es que nunca se han ido.

La Institución.
Respaldada por la Constitución y heredada “por la gracia de Dios” (no les decía yo lo cerca que están).
Tan cercana al pueblo que con su dinero se sustenta, la rama principal y las ochocientas treinta y tres ramas más. Pero como Dios es omnipotente (y su amigo), y ya hemos dicho lo que hemos dicho, su presupuesto es algo mayor que la renta “per cápita” del ciudadano medio.

Esta institución cercana al pueblo, tan solidaria y justa, es capaz de hacer construir una nueva casa para uno de sus miembros, y que el resto del pueblo “pueda admirarla”... en fotos.

Esta magna institución, sin embargo, tiene algo oculto. Unas fuerzas paranormales que consiguen convertir a otro de sus miembros, de una persona algo ligerita, que si fuera de mi familia más de una tía mía la vería mal vista a esta persona, en todo un ejemplo a seguir. ¡Y hasta ha alcanzando el rango de “DON”! Y yo que pensaba que también era “Don” por haber aprobado el Bachillerato. Al menos antes era así.

Saben muy bien todos ustedes que yo nunca hubiera hablado de esta institución de no ser que algo grave, a mi entender, hubiera sucedido. Y ha sucedido.
Alta es la vergüenza que siento al saber que esta institución, tan querida por todos nosotros, tan (véase párrafos anteriores), adoctrina a sus nuevos miembros en las aficiones típicas y casi propias de esta institución: El esquí y la caza.

La caza, práctica que yo siempre he rechazado, pues no se usa como sustento de los cazadores, como medio real de alimentarse, y no se desarrolla de igual a igual, sino en ocasiones con miras telescópicas de varios cientos de metros de alcance, haciendo de la caza una simple prueba de pulso y avance tecnológico. No, esta manera de cazar no la apruebo.
Y las presas, seres vivos hacia tan solo unos segundos, son contadas como el nuevo trofeo y olvidadas.

Pero esta institución, algo por encima del bien y del mal, es capaz de hacer que alguno de sus miembros viaje al extranjero, se adentre en una reserva natural y mate a un animal protegido y, por ser quienes son, no salga publicado en ningún medio español y sí en el medio mundo restante. Que sean punto de mira, criticados por su actitud y los españoles tan felices y tan contentos.

Hubiera preferido hablar de otras instituciones. Aquellas personas que lo son en matemáticas, lenguaje o medicina. Aquellos ciudadanos españoles que deben viajar al extranjero, no para divertirse, sino para trabajar e investigar. Que añoran nuestro país, pero no ven el día en que puedan volver, porque su trabajo es valorado por todo el mundo, menos por los españoles.

Cuando llegue el día en que esas personas, de las que se dice son una institución, puedan venir y desarrollar aquí su labor, algo habrá cambiado.
Recemos, los ilusos, y luchemos, los creyentes, para que ese día sea próximo y no haya que esperar tantos años como los habidos en España de República a República.